Al entrar los israelitas en la Tierra Prometida, Josué tomó una decisión importante para asegurar que las futuras generaciones recordaran el milagroso cruce del río Jordán. Levantó doce piedras en Gilgal, cada una representando a una de las doce tribus de Israel. Estas piedras fueron tomadas del lecho del río, simbolizando el momento en que Dios detuvo las aguas, permitiendo que el pueblo cruzara en seco. Este acto de establecer un memorial no solo se trataba de recordar un evento histórico; era un reconocimiento del poder y la fidelidad de Dios.
Las piedras en Gilgal servían como un recordatorio tangible de la intervención de Dios y el cumplimiento de Sus promesas. Estaban destinadas a provocar preguntas en las generaciones futuras, incitando historias sobre la liberación de Dios y el viaje de fe. Para los cristianos de hoy, este pasaje fomenta la práctica de recordar y compartir las obras de Dios en nuestras vidas. Resalta la importancia de transmitir historias de fe, asegurando que las obras de Dios no se olviden, sino que se celebren y se utilicen para inspirar fe y confianza en Su continua presencia y guía.