En este versículo, Jesús imparte una profunda responsabilidad a sus discípulos, capacitándolos para perdonar pecados. Esta autoridad no se trata de ejercer poder, sino de participar en la obra de reconciliación y sanación de Dios. El perdón es central en la fe cristiana, reflejando el propio perdón de Dios hacia la humanidad. Al perdonar a los demás, los creyentes reflejan la gracia que han recibido de Dios, promoviendo la paz y la unidad en la comunidad. Este pasaje también destaca el aspecto comunitario de la fe, donde los creyentes están llamados a apoyarse mutuamente en sus caminos espirituales. Anima a los cristianos a ser proactivos en reparar relaciones y fomentar un ambiente de amor y aceptación. La capacidad de perdonar y retener pecados habla de la seriedad del pecado y del poder transformador del perdón, recordando a los creyentes su papel en el plan redentor de Dios. En última instancia, esta enseñanza llama a los cristianos a vivir su fe a través de actos de misericordia y compasión, encarnando el amor de Cristo en sus interacciones con los demás.
A quienes perdonareis los pecados, les son perdonados; y a quienes retuviereis, les son retenidos.
Juan 20:23
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