El encuentro de María Magdalena con el Jesús resucitado es un momento poderoso de reconocimiento y transformación. Mientras llora afuera de la tumba vacía, Jesús la llama por su nombre, "María". Este acto simple pero profundo de llamarla por su nombre atraviesa su dolor y confusión, permitiéndole reconocerlo. Su respuesta, "¡Raboni!", que significa "Maestro", está llena de reverencia y amor, reconociendo el papel de Jesús en su vida. Este momento ilustra la naturaleza personal de la relación de Jesús con sus seguidores. Muestra que incluso en nuestros momentos de desesperación, Jesús está presente y nos conoce íntimamente. Al llamarnos por nuestro nombre, nos invita a ver más allá de nuestras circunstancias inmediatas y reconocer su presencia y guía. Este encuentro es un recordatorio de la relación personal y transformadora que Jesús ofrece a cada uno de nosotros, animándonos a escuchar su voz en nuestras vidas.
Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro).
Juan 20:16
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