En el libro de Oseas, la vida del profeta se utiliza como una metáfora viviente de la relación de Dios con su pueblo, Israel. Cuando Gomer, la esposa de Oseas, da a luz a una hija llamada Lo-Ruhamá, que significa "no amada", simboliza un periodo en el que Dios expresa su decepción y juicio hacia Israel por su persistente infidelidad e idolatría. Este nombre significa una retirada temporal de la protección y el favor de Dios, destacando la seriedad de la infidelidad espiritual de Israel.
Sin embargo, el contexto más amplio de la profecía de Oseas no es de rechazo permanente. En cambio, sirve como un llamado de atención para que Israel reconozca su desvío y regrese a Dios. La narrativa de Oseas es, en última instancia, una de esperanza y restauración, ya que el amor de Dios es inquebrantable y su deseo de reconciliación con su pueblo sigue siendo fuerte. Este pasaje, aunque inicialmente severo, subraya la importancia de la fidelidad y las consecuencias de alejarse del amor divino, pero también insinúa la posibilidad de redención y una relación renovada.