En su carta a los gálatas, Pablo utiliza la alegoría de Agar y Sara para transmitir una lección espiritual profunda. Agar, la mujer esclava, está vinculada al monte Sinaí, donde se dio la ley, simbolizando el antiguo pacto. Este pacto, representado por la ley, está asociado con la esclavitud y se contrasta con la libertad que se ofrece a través del nuevo pacto en Cristo. Al asociar a Agar con la Jerusalén actual, Pablo hace un punto sobre el estado espiritual de aquellos que dependen únicamente de la ley para su justicia. En esencia, están en esclavitud, al igual que Agar y sus descendientes.
El mensaje de Pablo es un llamado a los gálatas para que reconozcan la libertad que proviene del nuevo pacto, que no se basa en la adherencia a la ley, sino en la fe en Jesucristo. Esta libertad se caracteriza por una relación personal y transformadora con Dios, que libera a los creyentes de las limitaciones de la ley y abre el camino hacia la madurez y el cumplimiento espiritual. La alegoría sirve como un recordatorio de que la verdadera libertad espiritual se encuentra en abrazar la gracia y la promesa del nuevo pacto.