Pablo utiliza la metáfora de la infancia para describir un estado de inmadurez espiritual, donde las personas están atadas a las 'fuerzas elementales del mundo'. Esto puede entenderse como estar atrapado por principios y sistemas mundanos que no conducen a la verdadera libertad. Antes de llegar a la fe en Cristo, muchas veces las personas se ven obligadas a seguir prácticas legalistas o ritualistas, al igual que los niños que aún no son lo suficientemente maduros para tomar sus propias decisiones.
Este versículo refleja la idea de que, sin la guía de la fe, las personas están esclavizadas a estos elementos mundanos, incapaces de experimentar la plena libertad y madurez que proviene de conocer a Cristo. La imagen de estar 'en la niñez' sugiere un período de crecimiento y aprendizaje, donde uno aún no es plenamente consciente de las verdades espirituales disponibles a través de una relación con Dios. Pablo anima a los creyentes a trascender estas limitaciones, abrazando la libertad y la madurez que la fe en Cristo ofrece, y a vivir en la libertad de ser hijos de Dios.