En este versículo, el apóstol Pablo explica una verdad profunda sobre la condición humana y el plan de Dios para la salvación. Las Escrituras revelan que toda la humanidad está bajo el poder del pecado, ilustrando la necesidad universal de redención. Esta condición no está destinada a condenar, sino a preparar el camino para la promesa de salvación a través de la fe en Jesucristo. Al reconocer la realidad del pecado, las personas pueden darse cuenta de su necesidad de un Salvador.
La promesa de Dios, que es la salvación y la justicia, no se basa en el esfuerzo humano ni en la adherencia a la ley, sino que es un regalo otorgado a través de la fe en Jesús. Esta fe es la clave que desbloquea la promesa para todos los que creen, sin importar su origen o situación previa. El versículo asegura a los creyentes que la promesa de Dios es inclusiva y está disponible para todos los que confían en Cristo. Subraya el poder transformador de la fe, que lleva a los creyentes a una nueva relación con Dios, caracterizada por la gracia y la libertad de la esclavitud del pecado.