Pablo se dirige a los gálatas para aclarar la naturaleza de la promesa de Dios a Abraham. Explica que la herencia prometida a Abraham y sus descendientes no depende de seguir la ley, sino que es resultado de la promesa de Dios. Esta distinción es crucial, ya que subraya el principio de la gracia. La promesa de Dios a Abraham fue dada libremente, no como recompensa por cumplir con la ley. Esta promesa se cumple a través de la fe, no por esfuerzos humanos o cumplimiento de la ley.
Al enfatizar la gracia, Pablo asegura a los creyentes que su relación con Dios se basa en la fe y la confianza en Sus promesas, no en su capacidad para seguir la ley a la perfección. Esta enseñanza anima a los cristianos a centrarse en su fe y en la gracia que Dios ofrece, en lugar de enredarse en prácticas legalistas. Resalta el poder transformador de la gracia, que libera a los creyentes de la carga de intentar ganar el favor de Dios y, en cambio, los invita a vivir en la libertad y la certeza de Su amor y promesas.