En este versículo, el apóstol Pablo destaca un aspecto crucial de la doctrina cristiana: la insuficiencia de la ley para la justificación. La ley, con sus reglas y regulaciones, nunca fue concebida como el medio para que las personas sean declaradas justas ante Dios. En cambio, Pablo señala que la fe es el verdadero camino hacia la justicia. Este concepto se basa en la idea de que los esfuerzos humanos y la adherencia a la ley no pueden alcanzar la perfección que Dios requiere.
Pablo cita del Antiguo Testamento, "el justo vivirá por fe", para mostrar que este principio siempre ha sido parte del plan de Dios. La fe no es solo una creencia en Dios, sino una profunda confianza y dependencia de Su gracia y misericordia. Esta fe conduce a una vida transformada, que refleja el amor y la justicia de Dios. Es un llamado a ir más allá del legalismo y abrazar una fe que sea activa y viva, influyendo en cada aspecto de la vida del creyente. Esta enseñanza es central para entender el mensaje cristiano de salvación por gracia mediante la fe, y anima a los creyentes a centrarse en su relación con Dios en lugar de seguir meramente reglas.