En este versículo, Pablo explica que Cristo representa el cumplimiento o la culminación de la ley. Esto significa que, a través de Su vida, muerte y resurrección, Jesús logró lo que la ley pretendía, pero no podía alcanzar por sí sola: proporcionar un camino para que las personas sean reconciliadas con Dios. La ley, con sus mandamientos y regulaciones, señalaba la necesidad de un salvador, y Cristo es ese salvador.
Para los creyentes, esto implica que la justicia, o estar en una relación correcta con Dios, es accesible a través de la fe en Jesucristo, en lugar de a través de la estricta observancia de la ley. Este fue un cambio radical respecto a la comprensión judía tradicional, que enfatizaba seguir la ley como el camino hacia la justicia. Pablo enfatiza que la fe en Cristo trasciende la ley, haciendo que la salvación esté disponible para todos los que creen, sin importar su adherencia a la ley. Esto subraya la naturaleza universal e inclusiva del mensaje cristiano, donde la fe, en lugar de las obras, es la clave para la justicia y la salvación.