Pablo aborda un tema fundamental en la comunidad cristiana primitiva: la relación entre la ley y la gracia. Insiste en que la gracia de Dios es central para la salvación y la justicia. Si seguir la ley pudiera hacer a alguien justo, entonces la muerte de Cristo sería sin sentido. Esta afirmación subraya la creencia de que la salvación no es algo que los humanos puedan lograr por sí mismos; es un regalo de Dios a través de la fe en Jesucristo.
El mensaje de Pablo es un recordatorio de que los esfuerzos humanos, por más diligentes que sean, no pueden reemplazar la gracia que Dios ofrece a través de Jesús. Esta gracia es transformadora, permitiendo a los creyentes vivir en una nueva relación con Dios, libres de las limitaciones de intentar ganarse un lugar en el cielo. También sirve como un llamado a centrarse en la fe y la confianza en las promesas de Dios, en lugar de depender únicamente de las acciones humanas. Esta enseñanza es fundamental para entender la doctrina cristiana de la justificación por la fe, que es una piedra angular de muchas denominaciones cristianas.