La visión de Ezequiel sobre el templo incluye una poderosa imagen de un río que comienza como un pequeño hilo, pero crece hasta convertirse en un torrente imponente. Este río fluye del templo, simbolizando la presencia y la bendición de Dios que comienza pequeña, pero se convierte en una fuente de vida y sanación. El profeta es guiado a través de la puerta del norte y alrededor de la puerta exterior que da al este, donde ve el agua fluyendo desde el lado sur. Este recorrido enfatiza la importancia de seguir la guía divina para ser testigos de la obra de Dios. El aumento gradual del agua significa la naturaleza progresiva del crecimiento y la renovación espiritual. Recuerda a los creyentes que incluso los comienzos pequeños pueden llevar a grandes transformaciones cuando Dios está involucrado. La dirección del flujo, moviéndose hacia el este, a menudo asociada con nuevos comienzos, refuerza el tema de la renovación y la esperanza. Esta visión anima a los cristianos a confiar en la capacidad de Dios para generar cambios y crecimiento en sus vidas, comenzando desde los inicios más pequeños y expandiéndose en algo vivificante y profundo.
Y me sacó por la puerta del norte, y me llevó por fuera, hasta la entrada del atrio; y miré, y he aquí que había aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente, porque la fachada de la casa estaba al oriente; y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar.
Ezequiel 47:2
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