En la visión de Ezequiel, un río fluye del templo, trayendo vida y sanación a todo lo que toca. Este río simboliza el poder transformador de la presencia y las bendiciones de Dios. Sin embargo, los pantanos y lagos permanecen salinos, sin ser tocados por las aguas frescas. Este detalle sirve como un recordatorio de que no todas las áreas son receptivas al cambio. Sugiere que algunos aspectos de la vida o ciertos corazones pueden resistir la transformación, permaneciendo estancados o inflexibles. La salinidad de estas áreas también puede simbolizar preservación, indicando que algunos elementos están destinados a permanecer constantes por una razón. Esta imagen invita a los creyentes a examinar sus propias vidas, considerando dónde podrían estar resistiendo la renovación y el crecimiento espiritual. Desafía a las personas a abrirse al poder transformador de Dios, reconociendo al mismo tiempo que algunas cosas pueden permanecer inalteradas por un propósito divino. Este equilibrio entre el cambio y la constancia es un tema central, alentando la reflexión sobre cómo uno puede ser más receptivo al crecimiento espiritual.
Pero los pantanos y los lagos no serán sanados; quedarán para salinas.
Ezequiel 47:11
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