En este versículo, Dios habla directamente a Ezequiel, llamándolo "hijo de hombre", lo que enfatiza su naturaleza humana y su papel como mensajero. Dios está comisionando a Ezequiel para que vaya a los israelitas, quienes son caracterizados como una nación rebelde. Esta rebeldía no es un desarrollo reciente; ha sido un patrón continuo de comportamiento desde sus antepasados hasta la generación actual. La rebeldía de los israelitas significa su resistencia constante a los mandamientos y la guía de Dios.
A pesar de su desobediencia persistente, Dios no los abandona. En cambio, envía a Ezequiel como profeta para entregar su mensaje, demostrando la paciencia duradera de Dios y su disposición para acercarse a su pueblo. Esto resalta un tema central en la Biblia: el deseo de Dios de que su pueblo regrese a Él, incluso cuando se desvían. La misión de Ezequiel es desafiante, ya que debe confrontar a una nación resistente al cambio, pero también refleja la esperanza de que, a través de la intervención divina, la transformación y la reconciliación son posibles. Este pasaje recuerda a los creyentes el compromiso inquebrantable de Dios con su pacto y su disposición para ofrecer guía y redención.