Dios habla a través del profeta Ezequiel, enfatizando la importancia de la justicia individual. Menciona que, incluso si tres figuras ejemplares de justicia estuvieran presentes, no podrían salvar a otros, solo a sí mismos. Esto subraya el principio de que cada persona es responsable de su propio estado espiritual y su relación con Dios. Refleja la idea de que la justicia no puede ser transferida o heredada; debe ser alcanzada y mantenida personalmente.
El contexto de este mensaje es una advertencia al pueblo de Israel, que enfrentaba juicio debido al pecado y la idolatría generalizados. Dios deja claro que incluso la presencia de los hombres más justos no sería suficiente para evitar las consecuencias de la maldad colectiva de la comunidad. Esto sirve como un poderoso recordatorio para los creyentes sobre la importancia de la fe personal y la integridad, animándolos a asumir la responsabilidad de su propio camino espiritual y a buscar una relación genuina con Dios.