En la construcción del Tabernáculo, el candelabro, o menorá, tiene un significado simbólico profundo. Hecho de oro puro, refleja la santidad y el valor de los elementos utilizados en la adoración a Dios. El candelabro no era solo un objeto funcional, sino una representación de la luz y la presencia divina. Sus siete lámparas, junto con todos sus utensilios, fueron elaboradas meticulosamente para cumplir un propósito sagrado. El aceite de oliva utilizado para alimentar las lámparas aseguraba que la luz ardiera continuamente, simbolizando la presencia eterna y la guía de Dios entre Su pueblo.
Esta imagen de luz es recurrente en toda la Biblia, a menudo representando pureza, verdad y revelación divina. Para los creyentes de hoy, el candelabro puede servir como un recordatorio para buscar la guía de Dios y vivir de una manera que refleje Su luz al mundo. La continua llama de las lámparas subraya la importancia de mantener una conexión espiritual con Dios, permitiendo que Su presencia ilumine nuestros caminos y decisiones. Este pasaje invita a reflexionar sobre cómo podemos ser vasos de la luz de Dios en nuestra vida diaria, brillando intensamente en un mundo que a menudo se siente oscuro e incierto.