En este versículo, los egipcios se encuentran en un estado de pánico y desesperación, instando a los israelitas a abandonar su tierra rápidamente. Esto ocurre tras la última plaga, la muerte de los primogénitos, que fue un golpe severo para Egipto. Los egipcios, temiendo más calamidades, reconocen el poder del Dios de Israel y están ansiosos por ver a los israelitas partir para evitar más sufrimiento. Este momento es crucial, ya que marca el fin de la esclavitud de los israelitas en Egipto y el inicio de su viaje hacia la libertad y la Tierra Prometida.
La urgencia expresada por los egipcios resalta el cambio dramático en su actitud hacia los israelitas. Inicialmente, el corazón del faraón estaba endurecido y se negó a dejar ir al pueblo. Sin embargo, después de presenciar los poderosos actos de Dios, los egipcios ahora suplican por su partida. Esta transformación subraya el tema de la intervención divina y la liberación, un mensaje central en la narrativa del Éxodo.
Para los creyentes de hoy, este pasaje sirve como un recordatorio del poder de Dios para liberar y de la importancia de confiar en Su tiempo. Anima a tener fe en los planes de Dios, incluso cuando las circunstancias parecen sombrías, y asegura que la liberación y la libertad son posibles a través de la intervención divina.