En la narrativa de Esther, su viaje de la oscuridad a la prominencia está marcado por la gracia y el favor. Cuando Esther entra en el harén del rey, rápidamente gana la aprobación de Hegai, el eunuco a cargo. Este favor no es solo resultado de su belleza física, sino también de su carácter y actitud, que la hacen querida por quienes la rodean. La respuesta inmediata de Hegai es proporcionarle tratamientos de belleza y comida especial, asegurando que esté bien preparada para su posible papel como reina.
La asignación de siete sirvientas y el mejor lugar en el harén subraya aún más el estatus especial que Esther alcanza. Estas provisiones no solo se refieren a la preparación física, sino también a posicionarla para un papel significativo en los eventos que se desarrollan. La historia de Esther es un poderoso recordatorio de cómo la providencia divina puede obrar a través de las relaciones humanas y las circunstancias para llevar a cabo un propósito mayor. Su favor con Hegai establece el escenario para su eventual influencia en la salvación de su pueblo, ilustrando cómo el favor y la preparación a menudo están entrelazados en el camino hacia el cumplimiento del destino de uno.