En el Imperio Persa, donde reinaba el rey Asuero, la selección de una nueva reina era un asunto de gran importancia. Las jóvenes elegidas para esta oportunidad pasaban por un riguroso y prolongado proceso de embellecimiento que duraba doce meses. Este incluía seis meses de tratamiento con aceite de mirra, conocido por sus propiedades purificadoras, seguido de otros seis meses con perfumes y cosméticos. Tal régimen elaborado destaca la énfasis cultural en la belleza y la presentación en la corte real.
Más allá de la mera preparación física, este proceso también servía como un periodo de adaptación al estilo de vida real y a las expectativas que conllevaba estar en presencia del rey. Era un tiempo en el que las mujeres podían aprender sobre la etiqueta de la corte y las responsabilidades que venían con su nuevo rol. Para Esther, esta preparación no solo se trataba de la belleza exterior, sino también de posicionarse para desempeñar un papel significativo en los eventos que se avecinaban para su pueblo. Su eventual selección como reina preparó el escenario para que se convirtiera en una figura clave en la liberación del pueblo judío, demostrando cómo la providencia divina puede obrar a través de prácticas culturales.