A medida que los israelitas se preparan para entrar en la Tierra Prometida, reciben instrucciones específicas para una ceremonia que subraya la relación de pacto con Dios. Se designan seis tribus para que se coloquen en el monte Gerizim y pronuncien bendiciones, simbolizando las recompensas de la obediencia a las leyes divinas. Este evento forma parte de un ritual más amplio donde se declaran bendiciones y maldiciones desde dos montañas, Gerizim y Ebal, que representan los dos caminos de la vida: uno de bendición a través de la obediencia y otro de maldición a través de la desobediencia.
Las tribus elegidas—Simeón, Levi, Judá, Isacar, José y Benjamín—son significativas ya que representan una muestra de la comunidad israelita, enfatizando la unidad y la responsabilidad compartida. Esta ceremonia sirve como un poderoso recordatorio del pacto y la importancia de vivir en armonía con la voluntad de Dios. También refleja la naturaleza comunitaria de la fe, donde las bendiciones no son solo individuales, sino colectivas, impactando a toda la comunidad. El acto de estar en el monte Gerizim para bendecir al pueblo refuerza la idea de que la adherencia a los mandamientos divinos conduce a una vida llena del favor y la abundancia de Dios.