Pedro y Juan, dos de los apóstoles de Jesús, están hablando ante el Sanedrín, el consejo gobernante judío, después de sanar a un hombre que había sido cojo desde su nacimiento. Se les cuestiona sobre el poder o el nombre con el que realizaron este milagro. Pedro, lleno del Espíritu Santo, responde destacando el acto de bondad que mostraron. Esta situación ilustra el compromiso de los primeros cristianos de vivir su fe a través de actos de amor y servicio, incluso cuando enfrentan oposición.
La respuesta de los apóstoles es un testimonio de su fe y valentía. No evitan reconocer la fuente de su poder: Jesucristo. Este pasaje anima a los creyentes a mantenerse firmes en su fe, a actuar con compasión y a dar crédito a Dios por las buenas obras que realizan. También sirve como un recordatorio de que los actos de bondad y sanación son centrales en la misión cristiana, reflejando el amor y la gracia de Dios al mundo.