La iglesia cristiana primitiva enfrentó desafíos significativos al expandirse más allá de sus raíces judías para incluir a creyentes gentiles (no judíos). Un problema importante fue si estos nuevos conversos debían adherirse a las costumbres judías, como la circuncisión, que era un signo del pacto entre Dios y los descendientes de Abraham. Algunos cristianos judíos de Judea enseñaban que la circuncisión era esencial para la salvación, reflejando una tensión entre mantener las prácticas judías tradicionales y abrazar la nueva fe en Cristo.
Esta situación llevó a un momento crucial en la historia de la iglesia, lo que llevó a los líderes a reunirse y discutir cómo integrar diversos orígenes culturales en la comunidad cristiana. El debate no solo giraba en torno a la circuncisión, sino sobre la pregunta más amplia de lo que significa ser un seguidor de Cristo. Resaltó la necesidad de que la iglesia primitiva encontrara un equilibrio entre respetar las tradiciones judías y reconocer el nuevo pacto establecido a través de Jesús.
En última instancia, esta discusión allanó el camino para una comprensión más inclusiva de la salvación, enfatizando que la fe en Cristo es la clave para la salvación, en lugar de la adherencia a prácticas culturales o rituales específicas. Esta decisión ayudó a unificar a la iglesia primitiva y permitió que creciera y prosperara a través de diferentes culturas y regiones.