La decisión de David de hacer de Jerusalén su capital fue un momento crucial en la historia de Israel. Al elegir una ciudad neutral, que no pertenecía previamente a ninguna de las tribus de Israel, fomentó la unidad entre el pueblo. La fortaleza, conocida como Sion, estaba estratégicamente ubicada y era fácilmente defendible, lo que la convertía en una elección ideal para la capital. Nombrarla Ciudad de David fue una declaración de su reinado y un paso hacia el establecimiento de una dinastía duradera.
Los esfuerzos de David por desarrollar la zona, desde las terrazas hacia adentro, muestran su compromiso con el fortalecimiento de la infraestructura y las fortificaciones de la ciudad. Esto no solo garantizó la seguridad de la ciudad, sino que también sentó las bases para que Jerusalén se convirtiera en un centro de vida religiosa y política. Sus acciones reflejaron una profunda comprensión de la importancia de un gobierno centralizado y un deseo de honrar a Dios al hacer de Jerusalén un lugar de adoración y gobierno. El liderazgo y la visión de David fueron cruciales para unir a las tribus de Israel y establecer un reino que perduraría por generaciones.