Después de la muerte de Saúl, Israel enfrentó un período de incertidumbre y división. Abner, el comandante del ejército de Saúl, tomó a su hijo Is-boset y lo proclamó rey sobre varias regiones, incluyendo Galaad, Asur, Jezreel, Efraín, Benjamín y todo Israel. Este acto fue significativo porque estableció un reino rival al de David, quien había sido ungido rey sobre Judá. El versículo ilustra la maniobra política y las lealtades tribales que caracterizaron esta época en la historia de Israel. También subraya los desafíos del liderazgo y la lucha por el poder que pueden surgir en tiempos de transición. La división entre las tribus del norte y Judá sirve como un recordatorio de la importancia de la unidad y las dificultades que pueden ocurrir cuando diferentes facciones luchan por el control. Este contexto histórico proporciona una visión de las complejidades del liderazgo y la gobernanza, así como la necesidad perdurable de reconciliación y paz entre grupos divididos.
La historia del reinado de Is-boset es parte de la narrativa más amplia del ascenso de David al poder y la eventual unificación de Israel bajo su mando. Resalta las tendencias humanas hacia la división y la necesidad de líderes que puedan unir a las personas. Este pasaje invita a reflexionar sobre las cualidades de un liderazgo efectivo y la búsqueda de la unidad frente a la división.