Las habilidades y logros humanos no son meramente el resultado del esfuerzo personal o del talento innato. En cambio, se consideran regalos de Dios, quien proporciona la fuerza y la capacidad para llevar a cabo tareas y cumplir roles. Este entendimiento fomenta una actitud de humildad, ya que reconoce que la autosuficiencia es una ilusión. Al reconocer que la competencia proviene de Dios, se recuerda a las personas que deben confiar en la fuerza y la guía divina en su vida diaria.
Esta perspectiva promueve la gratitud y un sentido de interdependencia dentro de la comunidad de creyentes. Resalta la importancia de trabajar juntos, ya que cada persona contribuye a un propósito mayor bajo la dirección de Dios. Esta dependencia de Dios para la competencia también anima a los creyentes a buscar Su sabiduría y apoyo en todos sus esfuerzos, confiando en que Él los equipa para las tareas a las que los llama. Tal enfoque no solo fortalece la fe personal, sino que también construye una comunidad de fe más fuerte y unida.