Los israelitas no pudieron celebrar la Pascua en su tiempo habitual debido a razones prácticas y espirituales. Los sacerdotes, quienes desempeñaban un papel crucial en los rituales de la Pascua, no se habían consagrado adecuadamente, lo cual era necesario para que pudieran cumplir con sus deberes. Además, el pueblo no se había reunido en Jerusalén, el lugar designado para esta importante celebración. Esta situación enfatiza la importancia de la preparación espiritual y el papel del liderazgo en guiar a la comunidad en la adoración. La Pascua no era solo un ritual, sino un profundo recuerdo de la liberación de Dios de Egipto, simbolizando la libertad y la protección divina. El retraso en la celebración refleja la necesidad de una preparación adecuada y unidad entre el pueblo para honrar plenamente su pacto con Dios. Sirve como un recordatorio para los creyentes modernos sobre la importancia de estar espiritualmente preparados y la necesidad de reunirse como comunidad para adorar y celebrar la fidelidad de Dios.
Porque no lo pudieron hacer en su tiempo, ya que los sacerdotes no se habían santificado en número suficiente, ni el pueblo había sido convocado en Jerusalén.
2 Crónicas 30:3
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