En un tiempo en que la unidad de Israel estaba fracturada, los líderes tomaron una decisión audaz al convocar a toda la población, desde Beerseba en el sur hasta Dan en el norte, a reunirse en Jerusalén. Esta convocatoria era para la celebración de la Pascua, una festividad que tiene un profundo significado histórico y espiritual, ya que conmemora la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto. La decisión de enviar este pregón fue un paso hacia la renovación espiritual y la unidad nacional. Fue un reconocimiento de la necesidad de regresar a las prácticas y tradiciones que Dios había ordenado, las cuales habían sido olvidadas durante muchos años. Al invitar a todos a participar, los líderes fomentaban un sentido de comunidad y fe compartida. Este acto de reunirse para la Pascua no solo se trataba de realizar un ritual; era sobre reavivar la relación entre el pueblo y Dios, y entre el mismo pueblo. El énfasis en celebrar de acuerdo con lo que estaba escrito subraya la importancia de adherirse a las instrucciones divinas y las bendiciones que provienen de tal obediencia.
Y decidieron hacer pasar pregones por todo Israel, desde Beerseba hasta Dan, para que viniesen a celebrar la Pascua a Jehová, Dios de Israel, en Jerusalén; porque no la habían celebrado como estaba escrito.
2 Crónicas 30:5
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