El mensaje aquí es uno de profunda esperanza y seguridad. Se enfatiza la presencia del Espíritu Santo en los creyentes, el mismo Espíritu que levantó a Jesús de los muertos. Esta conexión asegura a los cristianos que son parte de una promesa divina de vida y resurrección. La presencia del Espíritu no es pasiva; trabaja activamente dentro de los creyentes, trayendo vitalidad espiritual y la promesa de vida eterna. Este versículo anima a los creyentes a vivir con la confianza de que sus cuerpos mortales serán transformados y renovados. La certeza de la resurrección no es solo una esperanza futura, sino también una realidad presente, ya que el Espíritu empodera a los creyentes para vivir su fe con valentía y propósito. El poder transformador del Espíritu Santo es un tema central, ofreciendo consuelo y fortaleza ante los desafíos de la vida, recordando a los creyentes que nunca están solos y que sus vidas están impregnadas de energía y propósito divinos.
Y si el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús, vivificará también vuestros cuerpos mortales, por su Espíritu que mora en vosotros.
Romanos 8:11
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