La visión de la nueva Jerusalén en el Apocalipsis habla de un futuro donde la presencia de Dios es tan profunda que elimina la necesidad de fuentes naturales de luz como el sol o la luna. Esta imagen transmite la idea de que la gloria de Dios es completamente suficiente, proveyendo todo lo necesario para la vida y la alegría. El Cordero, que representa a Jesucristo, es descrito como la lámpara, enfatizando su papel como la luz del mundo y la fuente de la iluminación espiritual. Este pasaje asegura a los creyentes que habrá un tiempo en que la presencia de Dios se realizará plenamente, trayendo paz y claridad. La ausencia de oscuridad simboliza el fin del pecado y el sufrimiento, reemplazados por luz y vida eternas. Esta visión anima a los cristianos a esperar un futuro donde el amor y la justicia de Dios reinen supremos, ofreciendo un poderoso mensaje de esperanza y cumplimiento divino. La representación de la gloria de Dios como la luz de la ciudad refleja la victoria definitiva del bien sobre el mal y la promesa de una comunión eterna con Dios.
Y la ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brille en ella; porque la gloria de Dios la iluminó, y el Cordero es su lumbrera.
Apocalipsis 21:23
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