La descripción de la nueva Jerusalén revela una verdad profunda sobre el plan final de Dios para Su pueblo. En esta ciudad celestial, no hay necesidad de un templo físico, que tradicionalmente servía como el lugar de morada de Dios entre Su pueblo. En cambio, la presencia del Señor Dios Todopoderoso y del Cordero, Jesucristo, impregna toda la ciudad, convirtiéndola en un lugar de adoración continua y presencia divina. Esto significa una nueva era donde los creyentes tienen acceso directo a Dios, sin las barreras o intermediarios que antes existían.
Esta imagen resalta el cumplimiento de la promesa de Dios de habitar entre Su pueblo, como se ve a lo largo de la Biblia. Refleja una comunión perfecta con Dios, donde Su presencia no está limitada a un lugar específico, sino que es omnipresente y accesible para todos. La ausencia de un templo subraya la idea de que en la nueva creación, la presencia de Dios es el enfoque central, y Su relación con la humanidad está completamente restaurada. Esta visión ofrece esperanza y seguridad de un futuro donde los creyentes viven en comunión eterna con su Creador, experimentando Su amor y gloria de primera mano.