En esta visión de la ciudad celestial, la gloria de Dios se representa como una luz radiante, simbolizando Su presencia divina y majestad. El brillo de esta luz, comparado con una joya preciosa como el jaspe, significa la pureza y el valor de la gloria de Dios. El jaspe, en tiempos antiguos, se consideraba una piedra de gran valor, a menudo asociada con la belleza y la fortaleza. La descripción de ser 'diáfano como el cristal' enfatiza aún más la transparencia y claridad de la presencia de Dios, sugiriendo un lugar libre de impurezas o corrupción.
Este pasaje invita a los creyentes a imaginar el esplendor y la santidad de la nueva creación, donde la gloria de Dios se manifiesta plenamente. Sirve como un recordatorio de la promesa de vida eterna y la esperanza de estar en la presencia de Dios, donde Su luz disipa toda oscuridad. La imagen alienta a los cristianos a vivir en anticipación de esta realidad futura, sacando fuerza e inspiración de la certeza del plan final de Dios para Su pueblo. También resalta el poder transformador de la presencia de Dios, que trae claridad, pureza y alegría eterna.