Pablo inicia su carta a los filipenses con un saludo sincero, ofreciéndoles gracia y paz de Dios el Padre y del Señor Jesucristo. Estas palabras son más que una simple cortesía; encapsulan elementos clave de la fe cristiana. La gracia es el favor y la bondad no merecidos de Dios, un tema central en las enseñanzas de Pablo. Significa el amor y el perdón de Dios, otorgados libremente a la humanidad. Por otro lado, la paz es la calma interior y la seguridad que los creyentes experimentan a través de su relación con Dios. Es una paz que sobrepasa todo entendimiento, guardando corazones y mentes en Cristo Jesús.
Este saludo no solo establece el tono para el resto de la carta, sino que también subraya las bendiciones espirituales disponibles para los filipenses y, por extensión, para todos los cristianos. Resalta la fuente de estas bendiciones—Dios el Padre y Jesucristo—enfatizando el origen divino de la gracia y la paz. Las palabras de Pablo animan a los creyentes a vivir en la realidad de estos dones, fomentando una comunidad marcada por el amor, la unidad y el bienestar espiritual. Este versículo de apertura sirve como un recordatorio de la naturaleza profunda y transformadora de la gracia y la paz de Dios en la vida de un creyente.