En la distribución de recursos para el transporte de los componentes del tabernáculo, los coatitas recibieron una responsabilidad única. A diferencia de los otros clanes levíticos, no recibieron carretas ni bueyes para ayudar en sus deberes. En cambio, se les encomendó la tarea de llevar los objetos sagrados del tabernáculo sobre sus hombros. Esto se debía a que los elementos de los que eran responsables, como el arca del pacto, eran considerados extremadamente sagrados y requerían un enfoque personal y reverente. Este método de transporte aseguraba que estos objetos sagrados se manejaran con el máximo cuidado y respeto, reflejando su naturaleza divina.
El papel de los coatitas subraya un principio espiritual más amplio sobre la naturaleza del servicio y la responsabilidad en la fe. Ilustra que algunos aspectos del servicio espiritual requieren una participación directa y personal, y no pueden ser delegados o mecanizados. Este pasaje invita a reflexionar sobre cómo abordamos nuestras propias responsabilidades al servir a Dios y a los demás, animándonos a realizar nuestras tareas con dedicación y reverencia, reconociendo la sacralidad de nuestros propios roles en la comunidad de fe.