En este pasaje, las hijas de Zelofejad presentan una inquietud a Moisés sobre la herencia de la tierra de su padre. Según las costumbres de la época, la herencia generalmente se transmitía a través de los descendientes masculinos. Sin embargo, Zelofejad no tenía hijos, solo hijas. Anteriormente, Dios había instruido a Moisés a distribuir la tierra entre los israelitas mediante un sorteo, asegurando que cada tribu recibiera su porción. Las hijas recuerdan a Moisés el mandato de Dios de darles la herencia de su padre, enfatizando la necesidad de justicia y equidad en la distribución de la tierra.
Esta situación llevó a un cambio significativo en las leyes de herencia para los israelitas, permitiendo que las hijas heredaran si no había hijos varones. Este cambio aseguró que las familias sin herederos masculinos no quedaran sin una porción de la tierra prometida. Resalta la preocupación de Dios por la justicia y la equidad, garantizando que todos los individuos, sin importar su género, tengan sus derechos protegidos. Esta historia es un poderoso recordatorio de la importancia de abogar por los propios derechos y la necesidad de leyes que reflejen equidad y compasión.