En este pasaje, Jesús sana a un hombre con lepra y luego le da instrucciones específicas. Le dice que no hable del milagro, sino que se dirija al sacerdote y ofrezca los sacrificios prescritos por Moisés. Esto era un requisito bajo la ley judía para alguien que había sido sanado de una enfermedad cutánea, como se detalla en Levítico. Al instruir al hombre a hacer esto, Jesús muestra respeto por la ley y las costumbres judías, asegurando que el hombre sea declarado oficialmente limpio y pueda reintegrarse a la sociedad. Este acto sirve como testimonio ante los sacerdotes, demostrando el poder y la autoridad del ministerio de Jesús. También refleja la comprensión de Jesús sobre la importancia de la comunidad y las prácticas religiosas, animando al hombre a cumplir con sus responsabilidades bajo la ley. Este equilibrio entre la sanación divina y la adhesión a los deberes religiosos resalta la armonía que Jesús buscaba entre la fe y la práctica, mostrando que la transformación espiritual a menudo implica pasos prácticos dentro de la comunidad y la tradición de fe.
Y Jesús le dijo: Mira que no digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos.
Mateo 8:4
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