En la crucifixión de Jesús, ocurrió un evento extraordinario: la oscuridad envolvió la tierra desde el mediodía hasta las tres de la tarde. Este fenómeno no es solo un acontecimiento físico, sino que lleva un profundo significado simbólico. Representa el peso del momento en que Jesús, el Hijo de Dios, asumió sobre sí mismo los pecados del mundo. La oscuridad puede verse como una metáfora de la separación de Dios que trae el pecado, ilustrando la desolación espiritual que Jesús experimentó en nombre de la humanidad.
Este evento también cumple con varias profecías del Antiguo Testamento, que hablaban de un día del Señor marcado por la oscuridad. Subraya el plan divino y el cumplimiento de las promesas de Dios a través de la muerte sacrificial de Jesús. La oscuridad durante estas horas resalta la gravedad de la crucifixión, recordando a los creyentes el inmenso amor y sacrificio que Jesús ofreció. Sirve como un recordatorio conmovedor del costo de la redención y de la esperanza que surge a través de la resurrección de Jesús, que sigue a este momento sombrío.