Durante la Última Cena, Jesús comparte una profunda promesa con sus discípulos, indicando que no participará del 'fruto de la vid' hasta que pueda hacerlo de nuevo en el reino de su Padre. Este momento está lleno de simbolismo y esperanza. El 'fruto de la vid' representa el vino utilizado en la cena de Pascua, que Jesús reinterpreta como símbolo de su sangre derramada por el nuevo pacto. Al elegir no beberlo de nuevo hasta que se cumpla el reino de Dios, Jesús enfatiza la naturaleza temporal de su ausencia y la certeza de su regreso.
Esta promesa asegura a sus seguidores que su relación con Él continuará más allá de su muerte y resurrección. Habla de una futura celebración en el reino de Dios, donde los creyentes estarán unidos con Cristo en comunión eterna. Este versículo anima a los cristianos a vivir con esperanza y anticipación del reino venidero, donde todo será renovado. Subraya la importancia de la comunidad y la fe compartida, así como la alegría que espera en la presencia de Dios.