En este momento crucial durante la Última Cena, Jesús introduce el concepto de Su sangre como el nuevo pacto. Este pacto significa un nuevo acuerdo entre Dios y la humanidad, uno que se establece a través del sacrificio de Jesús. La imagen de la sangre derramada es profundamente simbólica, representando el sacrificio supremo que Jesús está a punto de hacer en la cruz. Este acto de amor y redención no es solo para unos pocos, sino para muchos, destacando la naturaleza inclusiva de Su misión.
La referencia a la sangre también se conecta con las prácticas del Antiguo Testamento, donde la sangre se utilizaba en sacrificios para expiar pecados. La declaración de Jesús significa el cumplimiento y la superación de estas viejas prácticas, estableciendo una nueva forma para que los creyentes se conecten con Dios. Este momento es fundamental para la práctica cristiana de la comunión, donde los creyentes recuerdan y honran el sacrificio de Jesús. Sirve como un recordatorio de la unidad y la fe compartida entre los cristianos, animándolos a vivir en gratitud y amor, reflejando la gracia que han recibido a través de Cristo.