En este poderoso momento, Jesús se aparece a sus discípulos después de su resurrección, abordando su miedo y duda. Al mostrarles sus manos y pies, proporciona evidencia innegable de su resurrección física. Este acto es significativo porque confirma que Jesús no es simplemente un espíritu o una visión, sino que está verdaderamente vivo en una forma corporal. Su invitación a tocarlos sirve como un profundo consuelo para sus discípulos, quienes luchaban por comprender el milagroso evento de su resurrección de entre los muertos.
La fisicalidad de la resurrección de Jesús es crucial para la fe cristiana, ya que demuestra su victoria sobre la muerte y la promesa de vida eterna. Este encuentro no solo consuela a los discípulos, sino que también los empodera para convertirse en testigos de su resurrección ante el mundo. Refuerza la verdad de sus enseñanzas y la esperanza que los creyentes pueden tener en sus promesas. Al experimentar la presencia viva de Jesús, los discípulos se transforman de miedo a fe, listos para difundir el mensaje de su resurrección y la salvación que esta trae.