Durante este período, el ministerio de Jesús estaba ganando una atención y seguidores significativos, lo que alarmaba a las autoridades religiosas. Los principales sacerdotes y los escribas, responsables de mantener el orden y la autoridad religiosa, veían a Jesús como una amenaza a su poder e influencia. Sus enseñanzas a menudo contradicen sus interpretaciones de la ley, y sus milagros atraían a grandes multitudes, aumentando su popularidad entre el pueblo.
Su miedo al pueblo indica que Jesús tenía una base de apoyo sólida, lo que dificultaba a las autoridades actuar en su contra sin arriesgar un descontento público. Esta tensión subraya el conflicto entre las instituciones religiosas establecidas y el nuevo mensaje transformador que Jesús traía. También sirve como un recordatorio de los desafíos que surgen cuando los sistemas arraigados se enfrentan a nuevas ideas que promueven el amor, la justicia y la verdad. La reflexión sobre cómo el miedo y la autoconservación pueden llevar a la oposición contra el cambio positivo es fundamental en este contexto.