Al octavo día después de su nacimiento, Jesús fue circuncidado, siguiendo la costumbre judía que se remonta al pacto que Dios hizo con Abraham. Este acto no solo era una obligación religiosa, sino también un signo de la conexión de Jesús con el pueblo judío y sus tradiciones. Fue un momento de obediencia e identidad, ya que era costumbre nombrar al niño durante esta ceremonia. El nombre Jesús, dado por el ángel Gabriel antes de su concepción, significa 'El Señor salva', lo que apunta a su futuro papel como Salvador de la humanidad. Este nombramiento y la circuncisión destacan la orquestación divina de los eventos que rodean el nacimiento y la vida de Jesús. Nos recuerdan la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento y el cumplimiento de las promesas de Dios a través de Jesús. Su nombre y el acto de la circuncisión significan su misión y propósito, preparando el escenario para su futura ministerio y la salvación que traería al mundo.
En este contexto, es importante reflexionar sobre cómo cada aspecto de la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su ministerio, está impregnado de significado y propósito divinos. La circuncisión y el nombramiento no son solo rituales, sino momentos que revelan la identidad de Jesús como el Hijo de Dios y su misión de redención para toda la humanidad.