En este pasaje, Jesús se dirige a la multitud, instándoles a asumir la responsabilidad personal de discernir lo que es correcto y justo. El contexto sugiere que las personas a menudo buscan a otros o a autoridades externas para obtener orientación sobre cuestiones morales, pero Jesús enfatiza la importancia del discernimiento personal. Este llamado a juzgar por uno mismo no se trata de una moralidad subjetiva, sino de involucrarse con las enseñanzas de Jesús y los principios de amor, justicia y misericordia que él encarna.
Al fomentar la autorreflexión y el juicio personal, Jesús invita a los creyentes a desarrollar una fe madura que no dependa meramente de reglas o tradiciones, sino que esté activamente comprometida con el espíritu de las enseñanzas de Dios. Este enfoque promueve una comprensión más profunda de la fe y alienta a los creyentes a aplicar su entendimiento de la rectitud en la vida cotidiana. Es un recordatorio de que cada persona tiene la capacidad de entender y actuar según lo que es correcto, guiados por el Espíritu Santo y las enseñanzas de Cristo. Esto empodera a los individuos a vivir su fe de manera auténtica y responsable, contribuyendo a un mundo más justo y compasivo.