En esta enseñanza, Jesús se dirige a sus discípulos, llamándolos 'amigos', lo que significa una relación cercana y de confianza. Les aconseja no temer a aquellos que solo pueden dañar el cuerpo, enfatizando que las amenazas físicas son limitadas en su poder. El verdadero enfoque debe estar en la dimensión espiritual, donde reside la vida verdadera. Esta perspectiva desplaza el énfasis de las preocupaciones temporales y terrenales a los asuntos espirituales eternos. Al confiar en Dios, los creyentes pueden encontrar valor y paz, sabiendo que sus almas están seguras en Su cuidado. Este mensaje es particularmente reconfortante en tiempos de persecución o peligro, recordando a los cristianos que, aunque las amenazas humanas son reales, no son definitivas. La certeza de la soberanía de Dios y la promesa de vida eterna proporcionan una base para vivir con valentía y fidelidad, independientemente de las circunstancias mundanas. Las palabras de Jesús fomentan una vida de fe y confianza, donde el miedo no dicta las acciones, sino una profunda confianza en el plan eterno de Dios.
Y a vosotros os digo: No temáis a los que matan el cuerpo, mas al alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno.
Lucas 12:4
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