En la parábola del Buen Samaritano, Jesús utiliza el ejemplo de un levita para ilustrar una lección profunda sobre la compasión y la misericordia. Los levitas eran miembros de la tribu hebrea de Leví, tradicionalmente responsables de los deberes religiosos en el templo. Como figura religiosa, se esperaba que el levita demostrara compasión y ayudara al hombre herido. Sin embargo, elige pasar de largo, evitando la responsabilidad de ayudar. Esta acción sirve como una poderosa crítica al formalismo religioso que carece de amor y compasión genuinos.
El comportamiento del levita contrasta marcadamente con las acciones del samaritano, quien finalmente ayuda al hombre herido. Jesús utiliza este contraste para enseñar que el verdadero amor al prójimo trasciende las fronteras sociales y religiosas. La historia anima a los creyentes a examinar sus propios corazones y acciones, instándolos a priorizar la misericordia y la bondad por encima de la mera observancia ritual. Nos desafía a ver a todos como nuestros prójimos y a responder a sus necesidades con empatía y cuidado, reflejando el amor que Dios muestra a todas las personas.