El Año del Jubileo, que ocurría cada cincuenta años, era un tiempo en el que se perdonaban deudas, se liberaba a los esclavos y se devolvía la tierra a sus propietarios originales. Este sistema estaba diseñado para evitar la pérdida permanente de propiedades y asegurar que las disparidades económicas no se arraigaran. Al exigir el retorno de la tierra, el año del Jubileo enfatizaba la idea de que la tierra pertenece en última instancia a Dios y que los humanos son solo administradores de su creación.
Esta disposición protegía a las familias de la pobreza perpetua y promovía la igualdad social. Era un concepto radical que desafiaba las normas de acumulación económica y poder. El Año del Jubileo era un tiempo de liberación y renovación, ofreciendo esperanza a aquellos que habían caído en tiempos difíciles. Subrayaba la importancia de la comunidad y la creencia de que todos deberían tener la oportunidad de reclamar su herencia y dignidad. Este principio de restauración y redención es un poderoso recordatorio de la gracia de Dios y del llamado a vivir de una manera que refleje su justicia y misericordia.