En este versículo, Dios instruye a los israelitas a evitar profanar Su santo nombre, subrayando la sacralidad de Su identidad. El acto de profanar, o tratar algo sagrado con falta de respeto, es advertido porque el nombre de Dios representa Su carácter y presencia entre Su pueblo. Reconocer la santidad de Dios no se trata solo de palabras, sino de vivir de una manera que refleje Su naturaleza. Dios ha elegido a los israelitas y los ha hecho santos, apartándolos para un propósito especial. Esta relación está marcada por el respeto y la reverencia mutuos. Al vivir de una manera que honra a Dios, los israelitas demuestran su comprensión de Su santidad y su papel como Su pueblo. Este llamado a la santidad es un principio atemporal, invitando a todos los creyentes a vivir de una manera que honre a Dios, reconociendo Su poder transformador en sus vidas. Reconocer la santidad de Dios implica un compromiso personal y comunitario de vivir de acuerdo con Sus estándares, reflejando Su amor y justicia en el mundo.
No profanéis mi santo nombre, sino que seré santificado entre los hijos de Israel; yo soy Jehová, que os santifico.
Levítico 22:32
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