La doxología en Judas 1:25 encapsula la esencia de la adoración y la teología cristiana. Reconoce a Dios como el único Salvador, enfatizando su naturaleza única y sin igual. El versículo atribuye a Dios gloria, majestad, poder y autoridad, que son temas centrales en la adoración cristiana. Estas cualidades no son solo temporales, sino eternas, subrayando que el reinado y la soberanía de Dios no están confinados al tiempo.
La mención de Jesucristo resalta la creencia cristiana en la Trinidad, donde Jesús es el mediador a través del cual los creyentes experimentan las cualidades de Dios. Este versículo sirve como un recordatorio de la naturaleza eterna del reino de Dios, que existió antes del tiempo, continúa ahora y durará para siempre. El uso de "Amén" al final significa acuerdo y verdad, invitando a los creyentes a afirmar estas verdades en sus corazones. Esta doxología anima a los cristianos a vivir con asombro y reverencia ante el poder eterno de Dios y a confiar en su naturaleza inmutable.