El cruce del río Jordán por los israelitas es un acontecimiento fundamental en su viaje hacia la Tierra Prometida. Después de vagar por el desierto durante cuarenta años, este cruce simboliza un nuevo comienzo y el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham. Al hablarle a Josué, Dios indica Su continua guía y apoyo. Josué, como líder designado tras Moisés, recibe instrucciones directas de Dios, lo que subraya la importancia de un liderazgo que escucha la guía divina. Este momento no solo se trata de un cruce físico, sino también de una transición espiritual, donde los israelitas son recordados de la fidelidad de Dios y de su necesidad de confiar en Sus promesas. Además, establece el escenario para el establecimiento de Israel en la tierra que Dios les prometió, reforzando temas de fe, obediencia y providencia divina. Este evento anima a los creyentes a confiar en el tiempo de Dios y a permanecer fieles, sabiendo que Él está con ellos en cada transición y desafío.
Y aconteció que, cuando toda la gente hubo acabado de pasar el Jordán, habló Jehová a Josué, diciendo:
Josué 4:1
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