En este versículo, la gente discute sobre los orígenes del Mesías, haciendo referencia a las profecías del Antiguo Testamento que indican que el Mesías sería un descendiente del rey David y nacería en Belén. Esta expectativa se fundamenta en pasajes como Miqueas 5:2 y 2 Samuel 7:12-16, que hablan de un gobernante que vendrá de Belén y de un reino establecido a través de la línea de David. El versículo captura un momento de debate y expectativa entre el pueblo respecto a la identidad de Jesús.
La mención de Belén es significativa porque es el lugar de nacimiento del rey David, y por lo tanto, el lugar profetizado para el Mesías. Esta conexión con David enfatiza el cumplimiento de las promesas de Dios y la continuidad de Su plan a lo largo de la historia. Para los primeros cristianos, y para los creyentes de hoy, este cumplimiento se ve como una confirmación del papel mesiánico de Jesús. El versículo anima a los creyentes a ver a Jesús como el cumplimiento de las promesas de Dios y a confiar en el plan divino que se desarrolla a través de Él.