En este pasaje, Jesús expresa el plan divino y el propósito de Dios el Padre. Subraya la seguridad y la certeza que los creyentes tienen en su relación con Él. La frase "no pierda yo nada de lo que me diere" se refiere a la seguridad eterna de los creyentes, indicando que una vez que alguien está verdaderamente en Cristo, es guardado por Su poder. Esta es una profunda certeza para los cristianos, ya que significa que su salvación no depende de su propia fuerza, sino de la fidelidad de Jesús.
La promesa de "resucitarlo en el día postrero" se refiere a la resurrección, una esperanza central en la fe cristiana. Asegura a los creyentes que la muerte no es el final, sino que hay una futura resurrección donde estarán unidos con Cristo eternamente. Esta enseñanza ofrece consuelo y esperanza, especialmente en tiempos de incertidumbre o pérdida, recordando a los creyentes la victoria definitiva sobre la muerte y la promesa de vida eterna. Refleja el compromiso inquebrantable de Dios hacia Su pueblo y Su plan final de redención y restauración.